jueves, 6 de agosto de 2009

EX NOVIO

Cuento publicado originalmente en el suplemento "Expresso" del periódico "Correo".
http://www.correo-gto.com.mx/notas.asp?id=12919

Ofelia Íñiguez, la exitosa escritora de novelas policiacas, suspiró profundamente y se llevó a la boca todo un paquete de pastillas de antiácidos. Tembló al mirar cara a cara a Alan, su ex-novio, quien sostenía un costal sobre su hombro. “No seas estúpida” se dijo. “Sólo es un encuentro con una ex-pareja. Nada más. Miles de mujeres los tienen... aunque bueno, seguramente ninguna de esas mujeres ha tenido por galán a un tipo que ha asesinado a veinte niñas”.

Era de madrugada en la ciudad de Guanajuato. Se quedaron de ver en alguna de esas callejuelas oscuras cuyo estilo colonial le daban al reencuentro un aspecto más lóbrego. Alan silbaba Las Piedras Rodantes.


--Bien sabes que jamás me gusto ni Alex Lora ni El Tri.

--Por favor, Ofelia, no puedes negar que es un clásico del rock n’ roll mexicano, y yo la convertí en nuestra canción de amor, aunque no te gustara --su voz era la misma que cuando hacían el amor. No proyectaba éxtasis ni placer en ningún instante, sino la frialdad de un sacerdote oficiando misa de difuntos el 2 de noviembre--. Y tú y yo algún día nos habremos de encontrar...

Alan siempre fue un hombre extraño. Jamás golpeó a Ofelia, jamás se portó violento. Era el novio perfecto: detallista, cariñoso, atractivo, educado con su madre, tierno con los hermanos menores y comprensivo con los celos de la hermana mayor. Nadie hubiera sospechado que en sus supuestos viajes a las ciudades aledañas de Guanajuato, como Salamanca, Silao o San Miguel de Allende, iba con un cuchillo de carnicero en su portafolios donde supuestamente guardaba los documentos de sus clientes con quienes negociaba terrenos para la compra-venta de locales en centros comerciales. En cada instante libre, acorralaba a una niñita que salía de la escuela, le alzaba la cabeza y ¡Zas! con un ligero movimiento del cuchillo la sangre fluía y mientras una vida se iba al cielo, Alan complacía su necesidad de matar, propia de todo asesino serial.

--No vinimos a hablar de rock. ¿Por qué no detienes toda esta locura? Eres un maldito psicópata. Nunca lo creí de ti. Algunas mujeres toleran que su novio les ponga el cuerno, otras que se enteren que está casado, pero yo me enteré de... de... ¡de que eres un maldito asesino serial, carajo!

La sonrisa de Alan le produjo escalofríos. Era más bien una mueca, una deforme burla cuya mezcla contenía aliento de menta y dientes tan perfectos que jamás requerirían ir al dentista. Aunque tras esa falsa imagen del novio perfecto, Ofelia sabía que todo era una pose.

--Me lo tienes que agradecer, chiquita. Gracias a mi eres lo que eres. A ver, a ver. ¿Que dice en la solapa de tus libros? Yo lo he memorizado, y dice: “Ofelia Iñiguez, escritora de novelas policiacas nacida en la ciudad de Guanajuato. Su primer novela, La novia del asesino, vendió alrededor de dos millones de ejemplares y ha sido traducida a más de diez idiomas. Obtuvo el Premio Dashiell Hammett, considerado el Premio Nobel de este género literario. Su segunda novela, El homenaje a Mankell, la catapultó a la fama junto con su cuento más famoso: Entre Conan Doyle y Raymond Chandler. Del que Warner Brothers compró los derechos para filmar una película. Las novelas de Íñiguez tienen por tema recurrente a un hombre que le oculta a una mujer secretos demasiado espantosos”. Me lo debes todo a mi, Ofelia. Absolutamente todo. Debes agradecer que no te cobre las regalías.

Ofelia aborreció el comentario por lo certero y objetivo que resultaba. Odiaba admitirlo, pero Alan había sido su musa, su inspiración. Cuando en todas las noticias del país empezó a hablarse del asesino de niñas que acechaba en el Estado de Guanajuato, jamás dudó siquiera que el responsable era el hombre con quien iba al cine, con quien frecuentaba discotecas y antros, con quien hacía el amor... hasta que abrió el portafolios de Alan y allí estaban: cientos de fotografías con niñas degolladas, con cuerpos mutilados y expresiones de último segundo de vida al saber que las asesinaba el hombre que ella consideraba un santo. Ofelia le reclamó todo aquello, más aterrada que furiosa, y al día siguiente no volvió a ver a Alan. Para superar la depresión se dedicó a escribir novelas policiacas. Nunca creyó que la critica literaria la acogería con un respeto de diosa pagana, y que además los libros se venderían como los de Harry Potter. Ofelia Íñiguez se convirtió en lo que se conoce como “Dama del Crimen”, es decir, escritora que aborda el género detectivesco. Lo que fue un intento por dejar salir una relación espantosa, se convirtió, sin siquiera desearlo, en su lugar al lado de Agatha Christie o Patricia Highsmith, divinas señoras del género.

Ofelia pudo sacar el teléfono celular de su bolso y llamar a la policía, pudo gritar con tal volumen que despertase a todo Guanajuato. Responder toda una novela de insultos. Un poema de recriminaciones y una saga épica de ofensas, pero dijo lo único que le quedaba por decir:

--Te odio, hijo de la chingada. Lárgate y no me vuelvas a llamar para citarnos. Y ya no mates a mas personas. Por Dios. No quiero que nos volvamos a ver.
Ofelia dejó escurrir una lágrima, que precedió un llanto de toda una relación de engaños. Alan hizo una cínica reverencia y dejó frente a su ex-novia el costal que llevaba cargando. Cantaba:


--Mientras tanto cuídate, y que te bendiga Dios. No hagas nada malo que no hiciera yo...

Se alejó perdiéndose entre los laberínticos callejones de Guanajuato. Ofelia no se atrevió a abrir el costal, pues había leído en las noticias que la última víctima del misterioso asesino serial fue descuartizada.

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